Domingo, 20 de Octubre de 2024
Salamanca busca escribir la primera gramática de las proteínas
Elio Antonio de Nebrija sentó las bases de la lingüística española en 1492. Humanista crucial, maestro de la gramática y retórica en la Universidad de Salamanca, desentrañó las claves con la publicación de la Gramática del español convirtiéndose en uno de los personajes históricos más influyentes de la cultura. Pero hoy en día todavía quedan lenguajes por aprender. Gramáticas que, más allá de la comunicación humana, transmiten mensajes dentro de nuestro organismo. Mensajes que nos permiten vivir, muchos de ellos desconocidos, pero cada vez más cerca de ser comprendidos por el ser humano.
Es el caso del lenguaje que utilizan las proteínas para comunicarse. Un aspecto clave que puede tener grandes implicaciones en el diagnóstico y tratamiento de enfermedades como el cáncer. La investigadora del Instituto de Biología Funcional y Genómica (IBFG), Cristina Viéitez (Matachana, 1984), al igual que Nebrija lo hizo con la lengua española, estudia estas moléculas para descifrar el lenguaje que permite que todo funcione dentro de las células.
La investigadora del IBFG, centro mixto del CSIC y la Universidad de Salamanca, ha logrado que su proyecto “Cracking the Post-Translational Modification Crosstalk Code in S. cerevisiae”, conocido por su acrónimo PTMtalk, sea uno de los seis trabajos de investigación del CSIC galardonados con las prestigiosas ayudas Starting Grants otorgadas por el Consejo Europeo de Investigación (ERC). Este reconocimiento supone una financiación de 1,5 millones de euros para los próximos cinco años con el que Viéitez puede comenzar esta investigación que inició durante su etapa postdoctoral en Alemania.
“La idea es que dentro de las células hay miles de proteínas y estas proteínas se comunican entre sí para que todo funcione bien. Hasta ahora entendemos algunas de las palabras con las que las proteínas hablan, pero estamos lejos de entender la gramática de ese lenguaje”, explica Viéitez a la Agencia Ical, consciente de que, pese a que en los últimos años se han dado muchos pasos en esa dirección, las limitaciones técnicas ralentizan el proceso.
Para solventarlo, usará la misma levadura que fermenta el vino y el pan, S. cervisiae, como modelo, una herramienta en investigación fundamental para lograr su objetivo final: entender esta comunicación que, en ocasiones falla, provocando enfermedades como el cáncer, donde la mutación de las células rompe la comunicación entre las proteínas. “Es como si en una frase cambias una palabra, puede cambiar totalmente el significado. Solo cuando podamos entender la gramática y comprender muy bien este lenguaje podremos arreglar estos fallos”, detalla la investigadora.
El proyecto PTMtalk se enmarca dentro de la rama de investigación fundamental, que persigue generar conocimiento. En este caso, este conocimiento puede abrir las puertas a detectar “errores gramaticales”, lo que se conoce como diagnóstico de enfermedades, o corregirlos, las llamadas dianas terapéuticas, además de discriminar la comunicación que es crucial de la que es más superficial. Gracias a los datos obtenidos con este trabajo, Viéitez estima que podría hacer investigación durante los próximos 20 años, estudiando más en detalle los mecanismos moleculares trasladando el conocimiento a células humanas. “Solo cuando entendamos de verdad todos los detalles a nivel molecular, podremos identificar nuevas dianas terapeutas más dirigidas o personalizadas”, explica. Pero para continuar más allá de estos primeros cinco años la investigación necesitaría de financiación extra y de la colaboración con grupos expertos en otros campos.
Una ayuda que aporta una financiación diez veces superior a la habitual
Los proyectos ERC STarting de la Comisión Europea de Investigación, señala Viéitez, financian proyectos considerados arriesgados pero que, si salen bien, tienen el “potencial de cambiar el paradigma del campo de investigación en el que estás”. La modalidad “Starting” está dirigida a investigadores e investigadoras jóvenes, y comprende una financiación de un millón y medio de euros, “unas diez veces más de lo que normalmente recibimos del Ministerio de Ciencia”, detalla.
“Esto nos permite contratar a más gente y poder hacer experimentos que ni no, no podríamos costear. Y al mismo tiempo me da la oportunidad de liderar un proyecto arriesgado y ambicioso estando en España”, continúa la investigadora que, gracias a esta ayuda, está consiguiendo visibilidad a nivel internacional, no solo personalmente, sino también como instituto en el IBFG y a Salamanca como ciudad comprometida con la investigación.
Además, mediante esta ayuda, Viéitez espera poder conseguir una posición permanente y estabilizarse. Por el momento, la financiación le permite contratar a un estudiante de tesis doctoral y a dos investigadores postdoctorales, contando también con su propio salario, para comenzar la investigación a partir del próximo mes de enero.
Por otro lado, de los seis investigadores que han obtenido proyectos de la modalidad “Starting” en esta edición, cuatro de ellos son mujeres. “Este año en el CSIC se ha invertido la situación”, explica la científica, debido a que desde Europa percibieron en convocatorias anteriores que en este tipo de proyectos siempre había menos mujeres. La causa, que el despegue de la carrera independiente de las investigadoras coincide con el momento en el que comienzan a ser madres.
Para solventarlo, desde el ERC aumentaron en un año y medio más por cada hijo el plazo para solicitar estas ayudas, eliminando es sesgo e igualando oportunidades entre hombres y mujeres. “Esto también es un mensaje interesante, hay que apoyar a las investigadoras en esta etapa tan crucial”, reivindica.
La comunidad científica necesita más apoyo
Cristina Viéitez regresó a Castilla y León, su Comunidad natal, después de más de 15 años en Alemania, Suecia y Suiza, gracias a una beca Ramón y Cajal. Una opción a nivel internacional que le permitió elegir el centro de investigación al que incorporarse. La situación, reconoce, no es la habitual en la región, pues considera que “se están haciendo menos esfuerzos que en otras comunidades para retener el talento”. “Puedes volver, pero luego quedarte y establecerte es el paso difícil”, reconoce.
Para solventar esta situación, Viéitez afirma que la comunidad científica necesita más apoyo, algo que se conseguiría mediante la financiación a la investigación en general y a la investigación funadmental en particular. “Cuando hay recursos limitados, se suelen destinar a investigación aplicada, pero estas aplicaciones no podrían existir sin el trabajo previo de muchos grupos”, continúa. Además, insiste en la necesidad de apoyar a los grupos jóvenes y emergentes.
Por el momento, el proyecto de una de las investigadoras más punteras del país cuenta con un horizonte de cinco años para desentrañar un nuevo lenguaje, una “pesca de palabras” crucial para comprender por qué se producen ciertas enfermedades y poder avanzar en su cura. Cinco años por delante con un proyecto de este calibre, que ya ha logrado su primer reconocimiento para poder arrancar y descubrir una nueva gramática: la de las proteínas.